Lo desconocido y extrañamente humano se vuelve incómodo.
La ciencia como método de exploración del universo siempre busca respuestas y, mientras exista el pensamiento científico, siempre tendremos más preguntas que hacer. Acostumbrarnos a ver a la ciencia como la única respuesta no fue inmediato y, antes de eso, la superstición gobernaba el mundo y todo lo que no tenía explicación racional se atribuía a potencias espirituales.
El término ciencia ficción fue acuñado por Hugo Gernsback en 1926 para su revista Amazing Stories. En esta publicó relatos de ficción especulativa centradas alrededor de la ciencia como motor de la historia. Al parecer, el primer ejemplo de este género data de 1818 y es Frankenstein o El Moderno Prometeo de Mary Shelley, la cual es considerada la primera novela en realmente usar la ciencia como mecanismo de la trama, donde antes un mago agitaba su varita mágica, ahora un científico encendía su máquina y algo milagroso ocurría.
Portada del Amazing Stories publicado en 1926 donde se acuña el término ciencia ficción.
La ciencia ficción se dedica a romper barreras y a retar conceptos. Siempre, con la misma curiosidad de la ciencia en la que se basa, podemos explorar mundos con culturas donde el género e identidad sexual es fluído —La Mano Izquierda de la Oscuridad (1969) de Ursula K. LeGuin—, los siguientes pasos evolutivos de la humanidad —Mas que Humano (1953) de Theodore Sturgeon—, las consecuencias de generar a nuestros sucesores robóticos —todo el ciclo de Fundación (1951) y Yo Robot (1950) de Isaac Asimov—, crítica a la guerra —La Vieja Guardia (2006) de John Scalzi—, de peregrinos buscando verdades cósmicas —Hyperion (1989)” de Dan Simmons—. Las historias se agrupan y la lista se puede volver interminable, pero en todas ellas siempre predomina la pregunta ¿qué pasaría si…? junto con el intento de respuesta.
El Moderno Prometeo (1818) de Mary Shelley sigue vigente. Arte: Richard Redlefsen.
Lo más interesante del género es que siempre ha sido punta de lanza para nuevas ideas. Conceptos como la clonación y la identidad ya se discuten desde hace décadas cuando apenas hoy se sigue perfeccionando la tecnología gracias al género. Las advertencias de una sociedad totalitaria distópica que George Orwell presenta en su novela 1984 (1949) ya se están manifestando con la pérdida de la privacidad y la vigilancia del gobierno y el control de la sociedad a través de drogas como en Un Mundo Feliz (1932) de Aldous Huxley propone.
La portada de primera edición de Un mundo feliz (1932) de Aldous Huxley.
Algo en común de cualquier género es que este es la voz de las experiencias de los autores, por eso tenemos en los inicios del mismo historias donde la ciencia nos dará la solución a todos los problemas —De la Tierra a la Luna (1865) de Julio Verne—, posteriomente encontramos tantas historias de guerra o crítica a la guerra debido al desencanto de los ex-combatientes —La guerra interminable (1974) de Joe Hadelman y Starship Troopers (1959) de Robert A. Heinlein—. Conforme avanzó el tiempo, la preocupación con la tecnología y hacia donde nos está llevando dio pasó al sub-género del cyberpunk —Neuromante (1984) de William Gibson y Snow Crash (1992) de Neal Stephenson—, historias más actuales nos llevan a momentos de crisis global donde no existen oportunidades y alcanzamos un apocalipsis y así, la imaginación nos lleva hacia donde podemos hacernos preguntas sobre lo que pasará.
Afiche promocional de Starship Troopers (1997)
El cine ha llevado a la pantalla miles de estas historias; es un género del que Hollywood abreva con gusto ya que nos permite imaginar lo fantástico en modo visual. Desde la época de Georges Melies —ilusionista y cineasta francés que hizo grandes aportes a la industria cuando recién comenzaba— se hicieron filmes basados en historias de ciencia ficción por lo que cada año, en la entrega de premios de la Academia ¾los Oscares¾, siempre hay una película de ciencia ficción que gana la categoría de efectos especiales. Casi todas las historias comentadas arriba tienen alguna adaptación a este medio por si gustan verlas. Si tuviera que mencionar algunas películas de ciencia ficción que no estén enteramente basadas en una de esas novelas diría que Gattaca (Andrew Niccol, 1997), Alien: El Octavo Pasajero (Ridley Scott, 1979), El Quinto Elemento (Luc Besson, 1997), Blade Runner (1982, Ridley Scott) y su segunda parte Blade Runner 2049 (Dennis Villeneuve, 2017), La Llegada (Dennis Villeneuve, 2016) y Doce Monos (Terry Gilliam, 1995) son películas interesantes que te hacen pensar y te tienen adivinando, y eso es lo que este género busca.
Afiche promocional de Blade Runner 2049 (2017) que marcó un renacimiento para el género en el cine.
Los cómics también han sido un medio en el cual la ciencia ficción juega con futuros posibles así como ideas increíbles. Me viene a la mente El Incal (1980) de Alejandro Jodorowsky, tolerable la mayoría de la historia y con un desenlace interesante. Planetary (1998) de Warren Ellis fue una serie que precisamente hacia homenaje a la ciencia ficción; los protagonistas son arqueólogos de lo imposible y se pasan encontrando fantasmas en Hong Kong, laboratorios secretos de la guerra fría o ciudades perdidas en África, todos tropos de otras novelas y homenaje a ellas. Pero en el número nueve, Planet Fiction, tocan la veta madre cuando nuestros héroes clausuran un experimento en el que los villanos han creado un mundo ficticio: contrataron dibujantes, escritores, pintores, maquetistas, todos ellos trabajaron durante años inventando otro lugar y, cuando ya estaba lo bastante real, mandaron una nave a ese lugar y trajeron de vuelta a un ser ficticio. Una lectura interesante y que me dejó pensando durante días sobre el poder de nuestra mente para inventar historias.
El Incal (1980) colaboración de Alejandro Jodorowsky y Moebius.
Para cerrar, siempre nos han atraido las historias, como he comentado antes, somos seres adictos a ellas. La Ciencia Ficción es el género en el cual nuestra imaginación viaja hacia lo imposible y lo hace posible.