Cuando un desconocido nos mira, nos provoca miedo y estrés. Foto por A7md3mad
Los ojos son las ventanas del alma, así dice el refrán. Lo cierto es que cuando las miradas se cruzan solemos sentir una conexión con la otra persona. Cuando esto sucede en un espacio público y sin permiso, es normal que cambiemos la mirada hacia otro lado ya que el mantener el contacto visual se considera agresivo.
Estudios entre los primates indican que sólo el líder alfa puede mantener la mirada fijamente sobre los otros como un signo de dominio y posible agresión. Nosotros tenemos el duelo de miradas: dos personas se miran fijamente y, durante varios segundos de tensión, al final uno cede y mira a otro lado.
Claramente no es buena idea retar a un animal haciendo contacto visual.
Es uno de los tropos de terror —elementos comunes en diferentes tramas— más recurrentes en las películas donde hay un monstruo o asesino al acecho. La cámara suele representar su mirada mientras estudia desde un lugar oculto a la siguiente víctima, quien no ha notado que es observada.
Eso, instintivamente, nos pone nerviosos, ya que activa nuestro sentido de supervivencia y nos gustaría gritarle, a quien aún no nota que es observado, ¡Corre! pero no podemos mas que contemplar en silencio desde nuestros asientos cómo se comporta ignorante del peligro. En un sólo segundo, hay contacto visual, la víctima se da cuenta de que es observada por algo e intenta escapar. Casi siempre es demasiado tarde.
Los slashers aprovechan el contacto visual para generar tensión. Detalle de la película Halloween (John Carpenter, 2018)
Para nosotros, el contacto visual es un tipo de comunicación no verbal que indica fuerza y deseo de acercarse más al otro. Cada sociedad la usa de modo diferente, pero dentro de nuestro contexto cultural, si proviene de un completo desconocido, suele ponernos en alerta. Cuando ya nos encontramos enmedio de una conversación con alguien, el que no mantenga contacto visual, sino que evite nuestra mirada se suele interpretar como falta de honestidad o distracción.
En realidad esto puede ser un síntoma de ansiedad social o algún otro problema para interactuar. Tambien cuando una persona posee algún problema en un ojo que hace que su mirada no converja hacia uno sino que diverja, como sucede con el estrabismo, esto hace difícil mantener el contacto visual porque nos distrae el ojo que no nos mira.
El mal de ojo (1859) John Phillip (1817-1867) 44.7 cm x 35 cm. Óleo sobre tela. Stirling Smith Art Gallery and Museum, Escocia.
Otro tropo recurrente en las películas de horror es cuando dos actores se encuentran discutiendo algo y el primero de ellos, al que usualmente vemos nosotros, mira algo detrás del segundo protagonista y su expresión cambia a una de terror. Nosotros todavía no sabemos que vio, estamos en el mismo lugar que el segundo personaje, pero eso despierta todas nuestras alarmas de supervivencia y queremos ver lo que el primero vio.
Ahora, en la mitología, el mejor ejemplo de miradas que matan es el monstruo llamado Medusa: una criatura con apariencia de mujer cuya mirada petrificaba al que mantuviera contacto visual con ella. Pero, ¿qué significa petrificar? En mi opinión la mirada de Medusa te paralizaba, te dejaba imposibilitado a moverte por lo terrible que era.
Medusa (c. 1597) Caravaggio (1571-1610) 60 cm x 55 cm. Óleo sobre tela, Galleria degli Uffizi. Florencia, Italia.
Culturalmente tenemos también el llamado mal de ojo, una creencia muy extendida por todo el Mediterráneo, Medio Oriente y Asia donde la mirada de una persona puede lastimar a otra causándole enfermedad y, en casos extremos, la muerte. Sobre todo se cree que puede dañar a los recién nacidos. Cuando el bebé es muy hermoso, se le protege y no se permite que la gente lo vea ya que lo puede envidiar.
Al parecer el mal de ojo se provoca por una fuerte envidia hacia algo que tiene otro y lo trágico de esto es que no siempre es consciente uno de que está proyectando esta energía que causa daño. Hay todo tipo de talismanes y signos que se hacen para evitarlo como la figa —un signo de poder que se hace con la mano— o el cornuto —mejor conocido como cuernos de heavy metal—.
El cantante Ronnie James Dio popularizó el cornuto, signo que adoptó el heavy metal a nivel global.
Otro ejemplo del contacto visual que puede ser peligroso es la creencia de que una persona puede dominar a otra con la mirada. Esto proviene de un malentendido con la práctica del hipnotismo, ya hemos hablado de este tema en otra columna, pero en general creemos que existen personas con un conocimiento oculto que les permite dominar con la mirada a otros sometiéndolos a su voluntad.
En el cine, tenemos el clásico El pueblo de los Malditos (Wolf Rilla, 1960) con un muy buen remake en 1995 dirigido por John Carpenterm, donde un grupo de niños aterrorizan al pueblo ya que con su mirada pueden hacer que la gente realice acciones contra su voluntad. En el horror Italiano tenemos El Demonio (Brunello Rondi, 1963), que se ubica en Sicilia y nos cuenta la historia de una mujer que es acusada de brujeria por mallochio (mal de ojo). De Hong Kong tenemos el filme de los hermanos Pang El ojo (Danny Pang, 2002) El tropo ya es clásico y ha producido numerosos remakes: una chica recibe un transplante de cornea y descubre que puede ver a los muertos. Interesante uso del lenguaje visual y de lo que significa ver más que otros.
Detalle del manga Mail.
Un manga de horror muy recomendable se llama Mail escrito por Housui Yamazaki. Aquí el protagonista puede ver a los fantasmas y es advertido por otro vidente que evite el contacto visual directo con ellos ya que están desesperados por ser reconocidos. En resumen, el contacto visual nos conecta a los otros, por un breve momento entablamos una comunicación no verbal que nos acerca al otro. Para bien o para mal este mecanismo nos ayuda a reconocer lo que nos rodea.