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La Gran Esfinge de Giza parcialmente desenterrada (c. 1860)

El ser humano es una compleja máquina biológica que funciona con una fluidez y perfección tan evidentes que la misma existencia se antoja divina o producto de un ser divino. Esta idea ha suscitado los más grandes debates y las más cruentas guerras.

Nuestro cerebro, a través de los procesos mentales, crea nuestra realidad con la información que recibe. Ya hemos hablado de cómo, dentro de las reacciones químicas que biológicamente sustentan al cerebro se genera, de un modo que aún no entendemos, la conciencia y la inconsciencia. La primera sustenta como concebimos el entorno y cuál es nuestro lugar dentro de él, mientras que la segunda alberga toda la información que recibimos, queramos o no, de ese mismo entorno y la almacena. Una manera en la que procesamos, o bloqueamos, según sea el caso, nuestra cotidianeidad, es a través de los sueños.

Ilustración por Sam Lamont

Del latín somnus, estos siempre han sido visto como un terreno fértil y mágico donde puede revelarse nuestra naturaleza secreta o grandes verdades del universo. Desde el Antiguo Egipto, las enfermedades de la mente se curaban a través de los sueños. El médico deificado Imhotep escribió un tratado donde les enseñaba a sus discípulos a manipularlos para atender a los enfermos. La definición clásica de los sueños nos llega de la Antigua Grecia y fue influenciada por los egipcios, ya que el dios de la medicina, Asclepio, asimiló mucho de Imhotep.

El mítico poeta Homero, definió a la personificación del sueño, Somnus o Hypnos, en su épico poema La ilíada como el intermediario entre dioses y humanos llevandoles sus mensajes a los primeros; también se encargaba de llevar las almas de la vida a la muerte como si de un sueño se tratase.

Weird Tales sigue siendo una reputada revista pulp. Aquí, un detalle de la portada del número de 1933 donde se publicó Los sueños de la casa de la Bruja.

Morfeo, hijo de Hypnos, uno de los miles de Oniros –las miles de personificaciones del propio padre-, era el encargado de llevar los sueños y, eventualmente, se convirtió durante le Edad Media y el Renacimiento en el dios del sueño por excelencia.

Por lo tanto, la idea de que ahí habita algo mágico, místico, profético, misterioso y hasta providencial es algo que hemos heredado aunque los avances científicos y psicológicos han demostrado que sólo es una interpretación de nuestro día a día.

Una cantidad considerable de obras se han hecho en relación a la explicación. Muchos de los relatos del contacto de mortales con figuras míticas, como mencionábamos, tienen un encuentro previo en sueños. Tal es el caso del héroe sumerio Gilgamesh que sueña con Enkidu, su rival, previo a la épica lucha; o el faraón Tutmosis, que durmió a los pies de La Esfinge sin saberlo porque estaba enterrada y esta le dijo en sueños que si la liberaba de su prisión, sería El Señor de las Dos Tierras.

Detalle de la épica batalla entre Gilgamesh y Enkidu. Grabado sobre piedra encontrado en la región sumeria.

Otro ejemplo lo encontramos en La Divina Comedia (1321) del también divino poeta Dante Alighieri donde, a través de una descripción de tres sueños, nos relata su travesía por El Purgatorio. Aquí, lo sueños ayudan como rituales de paso.

En Los sueños de la casa de la Bruja (1933) publicado en la revista pulp Weird Tales y escrito por H.P. Lovecraft, nos narra la historia del joven Gilman, un prominente matemático que decide alojarse en un viejo ático que, según le dicen, está embrujado ya que la bruja Keziah Mason habitó ahí; a través de los sueños, observa la vida de Mason y cósmicas criaturas le ofrecen conocimientos más allá de la razón humana pero a un terrible precio.

Dos patrones recurrentes en el cine, relacionados con los sueños son el sueños profético y el glitch en la matrix y podemos observar el primero en películas como El Mensajero de La Oscuridad (2002). Protagonizada por Richard Gere, y basada en la leyenda urbana de El Hombre Polilla, previo al clímax de la película, un sueño revela la tragedia más grande causada por esta entidad.

En El Mensajero de la Oscuridad  (2002) Richard Gere encarna a un periodista que se topa con un ente sobrenatural que se comunica, entre otros medios, en sueños.

El segundo es evidente tanto en Matrix (1999) cuando se da el ya famoso déja vú que no es más que cambios importantes en la interfaz y parte de la idea popular que es donde nos damos cuenta que vivimos un sueño o una simulación; recientemente, Inception (2010) que, por definición, es LA película sobre sueños, también utiliza este recurso desde que plantea que se puede generar una arquitectura y diseño de los mismos; esto también cruza con el patrón de sueños lúcidos.

Esta última idea, la de poder controlar los sueños, ha sido la búsqueda de tener bajo nuestro dominio cada aspecto de nuestra mente y, por lo tanto, de nuestro ser. Esto, como hemos explorado en las últimas columnas , es virtualmente imposible.

Lo hacemos porque nos aterra el no poder tener certeza ni toda la información de todo lo que hacemos o nos rodea; si bien es una idea controladora y psicótica si se lleva al extremo. Lo hacemos por instinto de supervivencia para prolongar la existencia.

Sin embargo, dentro de nuestros procesos mentales, debemos considerar el hecho de que somos finitos y que mientras más disfrutemos nuestros fugaces momentos, seremos más felices. Si los sueños nos pueden llevar por maravillosas y etéreas experiencias de fantasía y autoconocimiento entonces ¿por qué nos dan miedo?.

Caminata nocturna de Boris Groh

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Fernando SantamarÍa

Humanista y eructito aventurero de día, brujo medieval de noche. Indudablemente friki de clóset y músico en los entrepaños de enmedio. Es Lovecraftiano hasta la locura y cree que la vida sin gatos sería un error. Sabe que los Simpsons lo hicieron primero. Dicen que es libre y de buenas costumbres.

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