Los tardígrados habitan en el mundo microscópico, resisten condiciones extremas como frío, calor o la falta de aire del espacio.
Todo es cuestión de percepción, entendemos el universo con base en lo que percibimos por lo que consideramos nuestras dimensiones como las únicas que existen. En nuestra búsqueda de la verdad tendemos a ver más hacia afuera que hacia dentro. ¿Y si estuviéramos viendo en la dirección equivocada?
Desde 1590 Zacharias Janssen desarrolló el primer microscopio y nada volvió a ser igual. Podíamos ver los universos internos como si fueran de nuestro tamaño. Y al ver en esa dirección descubrimos un mundo extraño y ajeno a pesar de estar inmersos en él todos los días. Descubrimos que en nuestra piel habitan millones de diminutos insectos que viven de nuestros desechos dermales, pudimos ver el interior de la tierra y descubrir que lo que aparentaba uniformidad, así como que un puñado de arena, no podía ser más diferente entre sí.
Zacharias Janssen, inventor del microscopio.
Y la búsqueda continuó. Descubrimos que las enfermedades procedían de seres aún más diminutos como las bacterias y los viruses. La tecnología siguió avanzando y comenzamos a poder ver más profundo, más al interior de la materia. Y cuando nuestros ojos se posaron sobre la primera fotografía de un átomo, sólo vimos nubes de electrones moviéndose más rápido de lo que podíamos seguirlos.
Eso no nos ha detenido y queremos ver más allá, seguimos intentando con aceleradores de partículas y máquinas ingeniosas que nos permitan ver los ladrillos con los que funciona la naturaleza, la argamasa en la que todo se apoya porque así pensamos que podremos entender mejor lo que nos rodea. Y si al final, cuando podamos ver lo que nos está velado, ¿vemos a otro ojo que nos contempla desde lo más profundo de la realidad?
Túnel del Gran Colisionador de Hadrones.
En la ficción el tema de algo más pequeño que puede ser letal comienza en La Guerra de los Mundos (1897) de H.G. Wells, donde los marcianos son derrotados no por los humanos sino por nuestras bacterias. Una historia excelente es El increíble hombre que se encoge (1957) de Richard Matheson donde el protagonista comienza a reducirse de tamaño y a descubrir nuevas realidades que la simple vista no percibía. El último y el primer hombre (1930), de Olaf Stapledon, nos presenta seres que existen conectados en conciencia a través del universo en una mente grupal similar a una colonia viral.
En el cine se han adaptado las dos primeras historias con resultados interesantes. La serie de televisión británica Doctor Who tiene un episodio titulado The Invisible Enemy en el cual una bacteria inteligente está intentando conquistar al universo.
Para cerrar, buscamos explicaciones a todo y pensamos que podremos comprenderlo si lo podemos contemplar. Pero quizás no siempre sea el caso.