El sonido nos alertaba de los depredadores para emprender la huida. Foto de Per Morten Abrahamsen.

Nuestro pasado primitivo nos exigía tener siempre listos los sentidos. De todos ellos, el oído es el que más nos exigía para funcionar correctamente; podíamos no ver al depredador, este se podía colocar con el viento a su favor para que su olor no nos alertara, pero si teníamos cuidado, con suerte, podríamos escucharlo antes de que fuera tarde. Además, es el único órgano que no podemos bloquear del todo. Su presencia es constante y continua; nunca se apaga, nos acompaña todo el tiempo.

Así que, ante la presencia invisible de la vibración sonora, solemos reaccionar con sorpresa cercana al miedo, sonido inesperados despiertan en nosotros la respuesta instintiva de huida, no importa lo seguros que nos sintamos en nuestras ciudades lejos de los depredadores. Desde el mofle de un auto que explota, si es algo que no podemos identificar claramente, nos alerta.

Nos aterra pensar que los sonidos que se ocultan en la noche sean depredadores. Arte por slimyswampghost.

Han cambiado los tiempos, ahora vivimos saturados de sonido; donde antes vivíamos rodeados de la naturaleza, ahora hemos dominado el entorno y con ello los sonidos del mismo. De hecho, la primera reacción al salir de la ciudad y entrar al campo suele ser de sorpresa por la cantidad de sonidos desconocidos que acompañan al lugar, pero así es como solía ser, somos nosotros los que lo hemos alterado a nuestra comodidad.

Oír implica identificar lo que estamos escuchando, si percibimos un ruido desconocido se puede volver muy incómodo el no reconocer su fuente. Nuestros instintos nos piden a gritos que definamos si es un peligro latente lo que se oye. Entendamos que era una cuestión de supervivencia para nuestros antepasados y por ello nuestro cerebro le dedica tanta atención a eso.

Hay gente que tiene tanto miedo a estar por su cuenta que prefiere rodearse de sonidos, ya sea el radio o la televisión. No quieren darse cuenta que están rodeados de silencio y, por lo tanto, solos.

La ciudad es la nueva jungla donde el sonido aturde, confunde y engaña. Foto de pag293.

Romantizamos la idea de escuchar a los espíritus y las voces de los muertos. Pero el escuchar esas voces donde no debería haberlas es uno de los síntomas de la esquizofrenia. El amable médico te va a llevar a la hermosa habitación acolchonada mientras sus cordiales asistentes te colocan una hermosa pijama de mangas largas. Se han hecho estudios en personas con este problema y lo interesante es que ante esas voces que dicen escuchar, su oído reacciona y se mueve como si realmente escuchara un sonido.

Por otro lado, tenemos el problema de cuando escuchas un ruido que no está ahí, un zumbido constante que no para y te acompaña a todas partes. La enfermedad se llama tinnitus y puede llevarlo a uno a la locura. Se rumora que Vincent Van Gogh (1853-1890) —pintor neérlandes de bellos retratos y paisajes impresionistas— sufría de ella y fue la causa principal que lo llevó a cortarse una oreja.

Autorretrato con la oreja cortada (Vincent Van Gogh, 1889) 51 cm x 45 cm. Óleo sobre lienzo. Galería del Arte del Instituto Courtauld. Londres, Reino Unido.

Por último, el fenómeno de no escuchar nada lo conocemos como sordera y en general te aísla de toda interacción social. El lenguaje es muy importante para nosotros como especie, la música la utilizamos para amenizar nuestros eventos, por lo tanto, el no poder interactuar de ese modo nos aparta del grupo.

En la ficción las historias con protagonistas sordos son raras. ¿Cómo convences al lector de que esto es un problema? Mucha gente lee formando las palabras en su mente como si las escuchara, por lo que un protagonista que no escucha vuelve muy difícil la narración. Al final, se requiere entablar un diálogo y esto se logra con lenguaje de señas u otra ayuda lo cual anula la frustración de su incapacidad pero que no ayuda a la narración escrita.

En el cine, la trama recurrente es de un protagonista que tiene sordera y esta lo coloca en una situación de apartente desventaja contra su antagonista como en Hush (Mike Flanagan, 2016) donde la protagonista sorda sufre los ataques de un asesino, pero al final logra usar su incapacidad a su favor para así vencerlo. En Un Lugar en Silencio (John Krasinsky, 2018) nos narra sobre monstruos que te persiguen por el sonido que emites, así que no hay que hacer ninguno.

Detalla de una escena de En Un Lugar en Silencio (John Krasinsky, 2018).

Otro uso original del argumento es en Pontypool (Bruce McDonald, 2008) donde una palabra transmite un virus que te vuelve un asesino; el director usa recursos ingeniosos como hablar en otro idioma o cambiar el significado de las palabras para así salvar a los protagonistas, por supuesto que un sordo no sería afectado.

Para cerrar, el sonido nos avisa, nos conecta y nos informa. Su presencia la consideramos un compañero constante, pero hay veces en las que el sonido se vuelve una fuente de temor e incomodidad­.