La ciudades pueden ser foco de locura.
Como ya he dicho en otras ocasiones, somos animales sociales, nos buscamos unos a otros porque nos necesitamos, muy en lo profundo de nuestra psique sabemos que en grupo sobrevivimos y en soledad morimos.
Buscando seguridad de los peligros que nos rodean, nos hemos rodeado de concreto y acero, la estrategia ha resultado útil y ahora somos nuestro peor depredador. Tanta gente reunida aumenta el crimen en proporción, diario leemos historias de violencia y muerte hasta que se vuelven comunes.
La violencia es brutal en un lugar donde habita tanta gente. Foto de Andrew-23
Las ciudades siguen creciendo consumiendo los recursos de su entorno, el agua, la energía, la comida, todos tienen que llegar de cada vez más lejos para mantener funcionando los lugares que habitamos. Al mismo tiempo generamos más desechos de los que pueden ser asimilados y así contaminamos kilómetros a la redonda.
Y sin embargo, hay una belleza extraña en la ciudad, con sus edificios, sus museos, sus calles, sus parques, su gente, todo forma un conjunto de experiencias que no se pueden vivir en ningún otro lugar. No es lo mismo caminar por Tokio que por Nueva York ni por México, cada lugar ofrece diferentes aventuras a quien las recorre.
Cada ciudad tiene un espíritu diferente integrado por sus habitantes y su historia, y cada barrio tiene su propia sensación. Desde Coyoacán hasta Xochimilco, desde Las Lomas hasta Ecatepec. Cada uno forma diferentes órganos de la entidad que conocemos como la Ciudad de México. Y todos son la misma ciudad. Integrada en una extraña relación simbiótica con sus habitantes.
¿Cubriremos el planeta con nuestra civilización? Arte de: ERA-7.
Es obvio que el ciclo es defectuoso y no puede sostenerse, pero aún así seguimos construyendo edificios con conocimiento y, a la vez, ignorantes de cuánto tiempo nos queda. Es mórbido reconocer que la Ciudad de México se encuentra en una zona altamente sísmica, con un volcán a tiro de piedra, con índices de contaminación mortalmente peligrosos, con problemas de hundimiento debido a que originalmente esto era un lago. Aún así seguimos viviendo aquí, prisioneros de esta entidad a la que pertenecemos y llamamos ciudad. Estoy seguro que las demás son iguales, cortejando la catástrofe y con gente que la habita a pesar de ello.
¿Hacia donde vamos? ¿Hacia un final apocalíptico donde las ciudades se volverán insostenibles y se colapsaran bajo su propio peso? ¿O a una integración global donde las ciudades se comenzarán a engullir una a la otra hasta que todo el planeta sea una gran ciudad que lo abarque todo? ¿Quizá una migración al espacio dentro de naves-ciudades? Es difícil de saber, estoy seguro que los problemas continuarán sin importar el escenario.
Portada de The Sandman, World’s End
Cuando en la ficción el escritor quiere proyectar sus ideas más allá de la realidad conocida, crea ciudades fantásticas en las que se permite cambiar cosas y definir nuevos elementos. Así se crearon ciudades fantásticas como Atlántida, Shangri-La, El Dorado, Macondo o Ankh-Morpork. Pero, ¿es el Londres de Oliver Twist el mismo que caminó Dickens? Claro que no, son tan irreales como Minas Tirith y sin embargo comparten el nombre con la ciudad conocida y sirven de punto de partida hacia otra parte. Considero increíble como podemos seguir creando ciudades en nuestros relatos para seguir expandiendo su presencia en todas las direcciones y ya no sólo la física.
Relatos que hablan de ciudades hay muchos, casi siempre la ciudad es tan importante como los protagonistas. Pero cuentos donde realmente la ciudad sea el hilo conductor de la narración puedo citar estos relatos. Tenemos Las Ciudades Invisibles (1972) de Italo Calvino, en ella narra como Marco Polo entretiene a Kublai Khan narrándole sus viajes y las ciudades maravillosas que ha encontrado. Como es clásico de Calvino, la ciudad se vuelve el tema para reflexionar sobre la naturaleza humana. La Ciudad y la Ciudad (1992) de China Miéville una novela de crimen en dos ciudades que coexisten en el mismo lugar pero en diferentes dimensiones. En la antología de cuentos Dreams Underfoot (1993) de Charles de Lint tenemos la historia Tallulah, en la que se narra el encuentro del protagonista con el espíritu de la ciudad en la que vive. En los comics, tenemos el increíble cuento de Neil Gaiman en el comic The Sandman (1988) dentro del arco de World’s End titulado A tale of two cities. En ella, el protagonista entra al sueño que está soñando la ciudad en la que vive.
Afiche promocional de Dark City (Alex Proyas, 1998)
En el cine las películas suelen centrarse en la ciudad y la convierten en otro personaje. Así encontramos Dark City (Alex Proyas, 1998) donde una ciudad es controlada por extraterrestres malignos que apagan la conciencia de las personas cada vez que da la media noche. Podriamos citar multitud de ellas como Metrópolis (Fritz Lang, 1927), Escape de Nueva York (John Carpenter, 1981), pero casi todas ellas no tratan con el horror por completo.
Para concluir. El inicio de las ciudades fue humilde y sencillo. La tribu dio paso a la aldea, la aldea a la villa, la villa al pueblo y el pueblo a la ciudad. ¿Y las ciudades? ¿Qué darán a luz después?