Oír implica identificar lo que estamos escuchando, si percibimos un ruido desconocido se puede volver muy incómodo el no reconocer su fuente. Nuestros instintos nos piden a gritos que definamos si es un peligro latente lo que se oye.

Al oír la palabra Magia caemos en un lugar entre el temor y el asombro ya que desde niños nos hemos maravillado con cuentos, con ficciones donde hombres y mujeres poseen un conocimiento oculto con el que pueden realizar milagros.

La ciencia ficción se dedica a romper barreras y a retar conceptos. Siempre, con la misma curiosidad de la ciencia en la que se basa.

Esta es la razón por la que Belzebuth puede que sea demasiado para las audiencias mexicanas: es una película atrevida, violenta y profana.

Vivimos en ciudades, enormes espacios de concreto en los cuales deambulamos sin observar realmente lo que tenemos a nuestro alrededor. Caminamos por las calles sin mirar hacia arriba, hacia los techos, ignorantes de lo que puede haber allá arriba.

Tailandia tiene una cultura rica en tradición, creencias de espíritus y fantasmas vengativos. La selva hace que varias comunidades aisladas del desarrollo continúen con creencias que sus contrapartes de la ciudad considerarían risibles. Aun así, las creencias de días de suerte y días aciagos siguen en todas partes, el uso de talismanes es generalizado y hay una fuerte creencia en el uso de restos humanos para fabricar dichos amuletos.

Somos seres que devoramos historias. Primero, repetíamos palabras, de boca a oído, en una hoguera, después, cantábamos con ayuda de instrumentos y, finalmente, comenzamos a escribir nuestras historias en algún medio. Todo para transmitir nuestras ideas y experiencias.

Lo fantástico nos ha acompañado a lo largo de nuestra historia y, con la mítica de los pueblos precolombinos, encontramos narraciones en las que los aparecidos, los revinientes y una amplia variedad de seres mágicos entran a la escena.