Arte por MWeiss-Art
Si le preguntaran a Sócrates qué es un Santo y le explicaran las cualidades que se les atribuyen en las leyendas, él diría que los Santos son Héroes. Los héroes para los griegos eran personas que poseían una chispa de poder divino que les permitía alterar al mundo. Obviamente la religión cristiana prefiere cubrir a sus santos de pureza y virtud, pero el principio de la historia es el mismo. Un hombre —o mujer— está conectado a la divinidad y esta le imbuye milagros —poderes sobrenaturales— que le permiten realizar obras increíbles.
Para el folklore cristiano todo comenzó con El Nazareno transmitiendo sus poderes mágicos a los discípulos para ir y predicar su palabra; a partir de ahí comenzaron los hechos sobrenaturales que acompañaban su presencia. Por supuesto que la tradición tenía que continuar y llegaron nuevas generaciones de gente santa que seguía la palabra y por ello adquiría habilidades extraordinarias. El modo más fácil de alcanzar esa santidad era morir martirizado y garantizaba que tu espíritu adquiriera poderes.
Así, pasamos por una larga lista de nobles personas que murieron de un modo horrible y de algún modo regresaban como los fantasmas mágicos a repartir dones y salvación a los que los llamaran.
La resurrección de Lázaro, Luca Giordano (Óleo sobre lienzo, 256 x 362 cm, 1675)
El culto a los santos surgió como una respuesta cristiana al culto a los héroes. Los griegos y romanos veneraban a sus antepasados heróicos incluso levantando altares y haciendo ofrendas a ellos; y sí, si lo preguntan, se levantaban a defender a sus seguidores del mismo modo en el que los santos lo hacen en las leyendas. Así que para combatir una idea muy asentada, se creó otra.
También algunos dioses antiguos se colaban como santos. Las primeras imágenes de San Cristobal se le mostraba cinocéfalo —con cabeza de perro— que recuerda a la representación del dios Anubis pero adaptado al folklore cristiano. Era común que en sitios de veneración pagana como un manantial, un bosque o una colina se les ocurriera martirizar a un cristiano. Ese lugar, a partir de ahí, se convertía en sagrado para ellos. Esta práctica la adoptaron de las costumbre romana de colocar templos a sus dioses para que controlaran el territorio.
Por ejemplo: el primer templo que los romanos colocaron en la isla de Inglaterra fue un templo al dios Apolo, deidad solar que entre sus proezas mata a la serpiente Pitón. Ahora, adelantemos el reloj unos cuantos siglos y los cristianos inventan a San Jorge, quien es dibujado como un caballero matando un dragón. Sí consideramos que la isla de Inglaterra es conocida como la Isla de los Dragones todo tiene sentido.
San Jorge matando al Dragón, Bernat Martorell (temple sobre tabla, 155 x 98 cm, 1434-1435, The Art Institute, Chicago)
También El Vaticano está situado en la Colina Vaticana donde fueron martirizados Pedro y Pablo y de ese modo se apropia la ciudad de Roma como sede del papado. Así, poco a poco, los centros de culto antiguo fueron sustituidos por catedrales e iglesias para conmemorar a los santos que morían para bendecir el lugar. No se podía concebir un altar si no tenía debajo los restos de un santo a modo de foco para conectarse con la divinidad. ¿No suena esto a un culto a los muertos o magia nigromántica donde se usaba el poder latente en los restos como batería para ampliar la fuerza del ritual?
Hubo disputas que duraron siglos entre ciudades que reclamaban posesión de los restos. La ciudad de Poitiers y la de Tours pelearon por las reliquias de San Martín. Los venecianos aprovecharon una cruzada para atacar Constantinopla y robar los restos de San Marcos y así colocarlos en su ciudad en la basílica del mismo nombre.
Esta costumbre se comenzó a volver problemática cuando ya no había suficientes santos para las iglesias pequeñas. Era común que algunos timadores se dedicaran a robar tumbas cheapcanadian levitra. para retirar restos y venderlos luego como reliquias a las iglesias que necesitaban un hueso de algún santo para autentificarse. Al inicio tenía que ser el cuerpo completo, pero eventualmente se autorizó el dividir el cuerpo ya que hasta el más pequeño fragmento contenía la esencia.
Relicario de la cabeza de San Martín, (S. XIV, París, Museo del Louvre)
En Sicilia se inventó a Santa Rosalía de Palermo, una “santa” cuyos huesos fueron descubiertos en una cueva y llevados a la iglesia. En la época moderna se descubrió que los huesos de la santa no eran ni de humano sino de cabra, no por eso la gente deja de venerar a la Santuzza.
Las armas con las que fueron martirizados también tenían un poder especial ya que fueron sus instrumentos para convertirse en santos. Entonces se guardaban junto con los restos los clavos, la espada, la piedra o lo que hubiera sido responsable de su muerte. Podemos entender el culto a los santos como una devoción a muertos que transmiten su energía para continuar la obra santa de la iglesia.
Por si no ha quedado claro: literalmente se tienen muertos esclavizados para proteger y realizar tareas, muy devotas y nobles, pero estamos lidiando con muertos atrapados al servicio de la iglesia.
La nigromancia se marida con el culto a los santos. Arte de María Nemm
En el folklore ibérico existe la creencia de que según el tipo de martirio le añadía un poder especial del santo para esa área. Santa Lucía, por ejemplo, a quien le arrancaron los ojos, se le reza para que restaure la vista, San Sebastián, quien fue acribillado con flechas, se le asociaba con protección contra la enfermedad debido a que en la Edad Media se veía la peste como “dardos” que lanzaba la enfermedad de lejos.
Esto tiene un lado aún más oscuro ya que podías llamar a la sombra del santo, es decir, al muerto violento que sufrió físicamente el dolor de su martirio. Esta parte oscura se podía usar para atacar a las personas. Así, en contraste con lo anterior, Santa Lucía era usada para cegar a las personas y que no vieran algo, a San Sebastian se le usaba para enfermar a otros y así, mientras más horrible el martirio, más fuerte la sombra del santo para producir ese efecto.
De especial mención son los santos que no son reconocidos como San Cipriano de Antioquía que es el proto-Fausto narrado en tiempos de los Romanos. Al final de la historia es redimido por la pureza de la virgen Justina y se convierte al cristianismo. Después es martirizado lo que lo convierte en un santo que fue mago negro, por lo tanto, en el patrono de los practicantes de la magia. Todavía hay libros de magia atribuidos a él y se le reza para romper todo hechizo y maldición dado que conoció personalmente al Diablo.
Santa Lucía es asociada a los males y curaciones oculares. Se le representa con sus ojos, que le sacaron en su martirio, en una bandeja.
También tenemos al Ánima Sola que se representa como una mujer envuelta en las llamas del Purgatorio. La gente le reza y le pide milagros a cambio de seguirle ayudando y, como no es una santa, se le piden cosas bastante grises moralmente hablando. El Santo Oficio en México, durante el período colonial, prohibió el culto a las ánimas del purgatorio ya que se estaba volviendo en algo herético. Así que cuando veas a la viejita con el chal prendiendo velas no creas que siempre es para un fin noble.
En la literatura, el tema de los santos tiene su propio género literario conocido como hagiografía, donde se narran sus vidas y sus nobles actos. El libro más famoso se llama La Leyenda Dorada el cual narra las vidas de los santos más conocidos en La Edad Media.
Todo el ciclo de la leyenda de El Rey Arturo y la búsqueda de El Santo Grial gira en torno a encontrar la reliquia del mismo nombre; aquí, casi siempre los santos aparecen como Deus ex-machina —frase en latín se traduce como Dios hecho máquina y que resuelve de forma milagrosa un obstáculo imposible— para ayudar a alguien que pide su intercesión y así avanzar la trama.
Las ánimas del purgatorio también están dotadas de poderes en su perpetuo sufrimiento, no muy ortodoxo que digamos.
En el cine existen las mismas situaciones. Tenemos la vida de Santa Juana de Arco, la vida de Tomás Beckett, todas ellas llenas de situaciones nobles e interesantes. Dado que nos enfocamos más en el horror, trataré de dar algunos ejemplos de filmes donde el tema aparece. En El Engendro del Diablo (Dario Argento, 1989) en vez de construir una catedral sobre los restos de un santo es construida sobre una tumba colectiva de un pueblo de posesos y las cosas no acaban bien.
Stigmata (Rupert Wainwright, 1999) narra la historia de una mujer que comienza a manifestar las heridas de Cristo —estigmas—, esta es señal de santidad por lo que la iglesia católica es enviada a investigar. Saint (Dick Maas, 2010) es una película holandesa donde el monstruo es San Nicolas o Santa Claus para los que no reconocen el primer nombre; en la película, el fantsma del santo regresa para vengar su martirio al más puro estilo slasher.
Para concluir, ¿por qué los santos me dan miedo? Por que para mi son espíritus esclavizados y utilizados por la iglesia para mantener su poder. Son usados como baterías de energía y manipulados como si fueran baterías, todo por el bien de una causa mayor.
Afiche promocional de la película de Dario Argento.